¡Jesús, que susto! Cuando todo el mundo está convencido de que los extraterrestres (sean del planeta que sean) aterrizan siempre en medio de campos de trigo o sobre la copa de árboles centenarios, aparecen estos especímenes totalmente blancos (como la chica de Neutrex 2000 o la familia de Julio Iglesias en su habitual posado veraniego) y se nos plantan en el escenario del teatro Tivoli.

Se anuncian como 100 % voces y con más de un millón de visitas a sus páginas de YouTube. ¡Pues si! A tenor de los comentarios que escuché del público que salía entusiasmado del teatro es fácil que así sea.

Si los espectadores que me rodeaban, fueron capaces de rendir armas y bagajes a la primera de cambio, de palmear cada vez que se les pidió (y aun sin pedírselo), de silbar, aplaudir y aullar en cada pausa del espectáculo, cómo no van a entrar en YouTube (y en el mismo Purgatorio si se lo piden)

El espectáculo es un recorrido a pequeñas dosis por toda la Historia de la Música, prehistoria incluida, en un “potpurrí” de innegable sabor americano. Tchaikovsky, Mozart, Rossini, Verdi, aparecen arrastrados por el carrusel y mezclados con Mancini, Abba, Sinatra, Michael Jackson, Queen,…

Y si no aparecen Marta Sánchez o la Pantoja es por el canto de un duro…

Por momentos me sentí en un Casino de Las Vegas o en el “Splendour of the Seas” en un crucero por los Fiordos noruegos para jubilados ricos.

Los extraterrestres cantarines, que inician su espectáculo con indudable ingenio y crean buenas expectativas, se instalan rápidamente en las gracietas y gags más trillados. Tener a la platea del teatro pegando brincos de entusiasmo en el más puro estilo: ¿Cómo están ustedeeees? No es sinónimo de espectáculo conseguido. Una cosa es tener pendiente al público, apoderarse de él, desde el escenario, y otra muy diferente la ingenua verbena que se desarrolla en el teatro Tivoli.

¡Si al menos afinasen un poco más…!

Por: José Massagué

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