Al iniciarse la representación, un cliente del garito gay de sexo duro, (que no de club de
intercambios) se dispone a fistear a un turista ansioso al que previamente traduce los nombres
de los diferentes dedos de la mano. Siempre es bueno saber cómo se llama en catalán lo que
te van a meter por el culo.

Aparece al rato la improbable dueña de ese local, que no para de recordarnos que, con la
visita del Papa a Barcelona, están a tope y el negocio va viento en popa. Solo que, en las dos
horas que dura la obra, apenas si venden más de cuatro botellines de cerveza. ¡Menudo
negocio!

Aparecen algunos (pocos) clientes, procedentes de la macro orgia que se supone que se
desarrolla en el piso de arriba, pero, en un lugar donde lo que parece esencial es la música a
todo volumen y la casi ausencia de conversaciones serias y profundas, nuestros protagonistas,
sin que suene ni siquiera “Juntos”, se dedican a lanzarse largas peroratas sobre el sexo de los
ángeles, la política en Cataluña, puyazos contra la religión más bien infantiles y explicaciones
pormenorizadas sobre qué es la coprofilia, la zoofilia, el rimming, la lluvia dorada, y todo el
variado repertorio de prácticas sexuales.

En fin, para no cansar, dejemos el argumento y vayamos al fondo de la obra.

Está visto que el Autor, aparte de “épater le bourgeois”, tenía unos cuantos temas que quería
desarrollar: La historia de la catequista, el problema padre-hija y el del padre y el hijo perdido,
la hija vidente etc. y los mete en la historia del Gang Bang sea como sea. Hubiese podido
elegir, desde luego, otro decorado para colocarlas, pero como la ocasión era que ni pintada, las
coloca en el Club de sexo hard.

Y el espectador, que ya está un poco aturdido con tanta historia diferente, que no ve por
ningún lado al Jean Genet, al Tennesse Williams , en definitiva, la transgresión que le
habían prometido, se encuentra con “Quan la radio parlava d’en Franco” con un decorado
equivocado.

Resumiendo: Los cristianos, católicos, guerrilleros de Cristo-Rey y demás creyentes, grupos de
presión, cofradías,…pueden dormir tranquilos y ahorrarse la rabieta.

Otra cosa es la opinión que pueda hacerse el colectivo gay al verse retratado de la manera que
lo hace el autor.

Teniendo unos mimbres excelentes (el material humano que frecuenta esos lugares, con sus
problemas, traumas, ansias etc.) para tejer un buen cesto, decanta la balanza en beneficio del

elenco femenino, el único que parece albergar ideales y el único que parece tener una historia,
aunque esta sea los amores desgraciados de la dueña del garito, directamente importada
de la copla “Tatuaje”, los delirios de la catequista en perenne estado de éxtasis místico
(Almodóvar, puedes también dormir tranquilo), o la de la visionaria apocalíptica y gritona.

Y para que nos vayamos a casa redimidos, nos ofrece una iluminada escena final con cargo a la
palomita “metáfora” del papá de la patrona, y una frase digna de ser esculpida en mármol con
la que se cierra el desaguisado.

José Massagué.

Fotos © David Ruano/TNC